
Un grupo de personajes fuera de lo común: ladrones que enferman del
sarampión y en su convalecencia se transforman en ávidos lectores de libros como
Alí Babá y los cuarenta ladrones, Alicia en el país de las maravillas, y el para ellos algo inquietante
Robin Hood; una bibliotecaria estricta en cuanto a las reglas de funcionamiento de su biblioteca, pero con algo de “bandida” en su interior, que la lleva a proteger a sus antiguos secuestradores de la policía; y un bandido jefe cuyo nombre, Bienvenido Bienhechor, paradójicamente lo ha impulsado por el mal camino; protagonizan una historia sencilla y divertida, pero también con algo del salvajismo y la ilegalidad de sus personajes.
En El secuestro de la bibliotecaria todos (incluso los bandidos) obedecen a rajatabla las reglas, especialmente las relativas al uso de la biblioteca que
Ernestina Laburnum (la bibliotecaria) se ocupa de recordar con insistencia. Todos quieren “hacer las cosas bien”, al punto que los concejales postergan dos semanas por razones burocráticas la decisión sobre el rescate de Ernestina; el policía se ve imposibilitado de arrestar al bandido jefe porque éste ocupa uno de los estantes de la biblioteca y él no tiene a disposición su tarjeta de lector para retirarlo; y los bandidos deciden hacerse socios de la biblioteca (a pesar de lo riesgoso de tal decisión) para poder leer aquellos libros a los que han tomado afición desde la presencia de Ernestina en su cueva.
La obediencia exagerada de las reglas (en especial las burocráticas) da lugar a su trasgresión y, por lo tanto, a un humor que juega con lo inverosímil y absurdo, también con la ironía.
Como la historia que se cuenta, como sus personajes, los dibujos en tinta de Quentin Blake se ubican entre la inocencia y la picardía; la ingenuidad y la ruptura con las reglas. Los ladrones enfermos de sarampión con la manta hasta el cuello dentro de su cueva, embelezados con la lectura de la bibliotecaria; el bandido jefe suspendido en el aire con una etiqueta en la frente entre los libros de la estantería; un grupo de niños atentos a la representación teatral de dos bandidos, ahora bibliotecarios ayudantes de Ernestina, son algunas de las ilustraciones de Quentin Blake sin las cuales este libro no sería el mismo.
De la mezcla de los opuestos: la estricta bibliotecaria y su secuestrador; la ordenada biblioteca y los bandidos, surge algo distinto, algo fuera de lo previsto: un grupo de bandidos filósofos y lectores, una bibliotecaria “ilegal”, y una biblioteca “más fantástica y salvaje, pero también más divertida…”